"Así que eso pasó." murmuró Elias luego de escuchar la explicación de William.
Habían pasado tres días desde la catástrofe de Shiganshina hasta que William llegó al destino de los refugiados y se reunió con su familia. Al llegar, su padre le pidió que le contase lo ocurrido en privado de su familia, claramente para no preocuparlos más. Aparte de la pelea que tuvo, William comentó de pasada que aquellos titanes tenían inteligencia y podían generarse de la nada, al parecer justo después de la caída de un relámpago. No podía contar más o no sabría como explicar de dónde salió esa información.
"¿Sabes que ahora todos te han puesto un nombre?" dijo Elias para cambiar de tema y aligerar el ambiente.
"¿Eh? ¿En serio? ¿A mi?" preguntó William con un rostro lleno de sorpresa, no había pensado en ello porque tenía más preocupaciones rondando por su mente.
"¿Cómo podrían no nombrar al milagro que descendió de los cielos y desató el castigo divino contra los malvados titanes que profanaron los muros?" dijo Elias con el mismo tono con el que las personas le transmitieron lo que vieron. "El Ángel de Shiganshina, así es como ahora te llaman ahora."
William escuchó ese nombre y sintió que no sonaba tan mal ni era demasiado chunni como para llenarlo de una vergüenza extrema, pero no quería que le llamaran así a la cara. Afortunadamente William no mostró su cara a los demás porque siempre estuvo de espaldas a los soldados que luchaban cerca a la puerta.
"Bueno, no importa como me llamen. No estoy hecho para ser popular." respondió William, aceptando a regañadientes que era un solitario y un otaku. Si la teoría sobre los shikais y bankais era cierta, tenía todo el sentido del mundo que su shikai terminara siendo ese, uno capaz de replicar las espadas que hubiera visto a lo largo de su vida.
El primer punto de su shikai es que es versátil, algo que un solitario necesita para no buscar ayuda de nadie. Mientras tanto, el segundo punto estaba centrado en su amor por el anime, manga y novelas que había visto en su anterior vida.
Hubiera destruido su zanpakuto de no ser porque era un shikai extremadamente poderoso y versátil, aunque dependiendo del arma replicada, su consumo de reiatsu podría ser superior al de un bankai ordinario. Excalibur era la única arma que recordó en ese momento que era capaz de superar al titán colosal, pero un solo ataque completo gastó todo el reiatsu que él tenía.
"No estaría tan seguro..." comentó Elias mientras se tocaba la barbilla pensativo.
"¿¡Qué quieres decir!?" se sobresaltó William.
"¿No regresarte con esa espada en tu cintura?" preguntó Elias señalando a la katana envainada en su cintura. "Será solo cuestión de tiempo que descubran quien eres."
"¡Mierda!" gritó William.
No existían katanas en Paradise, y mucho menos la gente portaba espadas en su cintura a menos que fueran los soldados que llevan el equipo de maniobras tridimensional. William lamentó no haberlo pensado con detenimiento cuando terminó su lucha. En ese momento estaba preocupado por su familia y trató de alcanzarlos cuanto antes. Creía que se había camuflado entre los refugiados cuando atravesó la puerta del muro María con shunpo.
Elias no estaba demasiado preocupado. Su hijo tenía la fuerza suficiente para defenderse de una invasión de titanes por lo que podría defenderse de un ataque humano sin problemas. Además de ello, toda su familia, incluido Elias, estuvo aprendiendo sobre el reiatsu y kido desde que se enteraron, y Elias como un Ackerman con el linaje despertado avanzó rápidamente en su entrenamiento.
Ahora Elias creía que junto a sus habilidades físicas casi sobrehumanas y los pocos kidos de bajo rango que había aprendido, podría defender a su familia todavía mejor. Literalmente podría considerarse que ha sobrepasado en todos los aspectos a la humanidad misma.
Dos días después, las suposiciones de su padre se hicieron realidad.
William abrió la puerta y supo desde el primer momento quien era aquel hombre mayor. Con una cabeza calva, un bigote y unos ojos de color ámbar, era nadie más ni nadie menos que el comandante en jefe del ejercito de la humanidad, Dot Pixis.
Dot Pixis tenía una personalidad excéntrica y le gustaba mucho la bebida, pero su capacidad para comandar y asumir riesgos controlados era muy superior a cualquiera. Sumado a eso, su capacidad de liderazgo era tal que todos los subordinados le tenían en muy alta estima y confiaban en su juicio, aunque fuera algo que no llegaron a entender.
Sus subordinados no quisieron que su comandante se acercara directamente porque todavía había riesgos, pero Pixis no dio lugar a quejas y simplemente marchó a encontrarse con el aclamado Ángel de Shiganshina. Por seguridad, una gran cantidad de subordinados estaban a la espera en los edificios alrededor de donde ahora la familia de William se quedaba.
"Buenos días chico." dijo Pixis con un tono informal y relajado, con su mirada que rápidamente se desvió a la katana que llevaba en su cintura. "Veo que sigues llevando la misma espada contigo. Soy Dot Pixis ¿Podemos hablar un rato?"
"Pase." dijo William.
Ahora su casa no era una cabaña de madera en las afueras sino una pequeña casa alquilada en uno de los pueblos del muro María. Como la puerta del muro María no fue derruida, los refugiados de Shiganshina fueron distribuyéndose por las ciudades y asentamientos dentro del muro María, evitando la hambruna generalizada y la aglomeración dentro del muro Rose.
Pixis se percató de otra katana enfundada en la cintura de Mikasa y su mente comenzó a procesar toda la información posible rápidamente. Aunque aparentemente el padre y la madre no tenían katanas con ellos, imaginó la posibilidad de que ellos tambien tuvieran esas espadas. Evaluó la posibilidad de que todos en esa familia tuvieran el mismo poder que sirvió para cortar todo el distrito de Shiganshina junto con un titán de más de cincuenta metros.
Cualquiera se habría sentido como si se adentrase en la guarida de un tigre, pero Pixis era diferente y simplemente sacó una petaca de su chaqueta y le dio alegremente un trago. Luego ambos tomaron asiento en una pequeña mesa del comedor.
"No me gusta andarme por las ramas y perder tiempo con la aburrida y tediosa charla formal así que iré directo al grano." dijo Pixis. "¿Eres una amenaza para la humanidad?"
Aquellos ojos habían pasado de su tranquilo estado de ánimo a fijarse en William como un observador perspicaz. William podía entender un poco al comandante Pixis, por eso en realidad le caía muy bien.
"Antes de responder, déjame preguntarte una cosa primero." respondió William. "¿La humanidad será una amenaza para mi o mi familia?"
William fue serio con su pregunta. Sabía que en Paradise había nobleza y realeza que gobernaban dentro de los muros. Aunque a William no le importaban dichos nobles que se escondían tras el muro Sina, sería un asunto diferente si ellos le molestasen. Pixis fue capaz de captar la verdad detrás de sus palabras, y tras ello una sonrisa se dibujó en su rostro.
"No, los nobles o la realeza no atacarían al héroe que defendió la muralla del ataque de los titanes. Solo están preocupados de que ese poder pueda ser dirigido hacia ellos. Como podrás intuir, el miedo a veces puede ayudar a que las personas tomen decisiones nefastas, por eso estoy aquí, para calmar a esas personas y tratar sus miedos ante la nueva fuerza que apareció de la nada." respondió Pixis.
William asintió a sus palabras. Aquel hombre tenía una forma de hablar que instintivamente te hacía querer confiar en él. Era un comandante natural, alguien capaz de entender todo y saber tratar con cualquier situación de la mejor manera posible.
"Entonces le agradeceré de antemano. Espero no sentir nunca el miedo suficiente como para tomar una decisión nefasta." respondió William.
Al escuchar esa respuesta, Pixis se rio. No esperó que usaría sus propias palabras en su contra. Ahora no solo tendría que calmar el miedo de los nobles, sino que tambien el de aquel joven. Lo que le estaba insinuando con aquella respuesta era claramente que protegiera a su familia o las consecuencias serían aterradoras.
A Pixis le gustó mucho aquel chico. Era un chico que no se dejaría controlar pero que a su vez era sensato y justo. Como comandante excéntrico, Pixis valoraba más la iniciativa individual de sus soldados que la obediencia ciega.
"Dalo por hecho." respondió Pixis de bueno humor mientras sacaba su petaca y daba otro trago. "¿Puedo ver esa espada que todos afirman que es el arma de los dioses?"
William no se negó y puso su zanpakuto sobre la mesa. Cuando Pixis la desenvainó para verla, encontró que las líneas del diseño eran hermosas. Podía capturar la esencia de aquella espada, una diseñada específicamente para matar con un tajo veloz y certero, pero nada de esa espada parecía hecha para matar titanes, y claramente no tenía apariencia divina.
"¿Qué está pasando? ¿No es una espada bastante normal?" se preguntó Pixis sin ser capaz de desentrañar los misterios de aquella espada.
"El poder de la zanpakuto está sellado, comandante Pixis. "respondió Willaim.
"Mmm ya veo. Tiene sentido. Es similar a cómo descargan las armas una vez que los soldados regresan al cuartel. ¿Pero cómo conoces mi puesto? Nunca lo mencioné." dijo Pixis con su astuta mirada sobre William.
"Lo conozco porque quiero reclutarlo, pero eso será en un futuro, cuando su vida termine." dijo William, sin dar más detalles. Tampoco quería que todos en este momento supieran sobre la sociedad de almas.
Esa frase dejó consternado a Pixis, ya que no esperaba una respuesta tan inusual. Estaba insinuando que tras la muerte había algo más, y aunque a muchas personas podría costarles asimilar eso, Pixis era diferente. No fueron más que unos segundos en el que aceptó que había un más allá después de la muerte.
"Ya veo. Por desgracia para ti, todavía planeo vivir muchos años mas." dijo Pixis soltando una risa, justo antes de darle otro trago a su petaca repleta de alcohol. "Aunque después de que muera... no me importa realmente lo que pase. Si en ese momento me logras convencer y reclutar, genial por ti, y si no, pues qué se le va a hacer."
Pixis lo aceptó todo de una manera calmada. Desde el principio, Pixis no temía la muerte. Era capaz de pararse del borde de las murallas con las punteras colgando al vacío solo para dar un discurso. Es el comandante de todo el ejército de la humanidad, y claramente seguiría siéndolo hasta que encontrase a alguien mejor que pudiera ocupar su puesto o fuera devorado por los titanes.
Pixis finalmente envainó la zanpakuto en su vaina y le extendió la petaca.
"¿Quieres un trago?"
"Vale."
Cuando William bebió de la petaca, se sorprendió del sabor. En realidad tenía un toque afrutado que le recordaba ligeramente al vino, pero estaba tan cargado de alcohol que no sería capaz de beber más que un pequeño trago sin quemarse la garganta.
"¿Oh? Eres el primero que no lo escupe o se atraganta la primera vez que lo prueba. Tienes madera de bebedor, deberías acompañarme alguna vez a una taberna." comentó Pixis con alegría.
Por último, William le contó acerca de lo que descubrió sobre los titanes, haciendo alusión que podrían ser inteligentes, trabajan en equipo y podían formarse de la nada tras un rayo anaranjado. Al final Pixis terminó marchándose porque era un hombre ocupado y tenía nuevas preocupaciones en mente, aunque no sin antes recordarle que si andaba cerca se pasaría para invitarlo para ir a beber a una taberna.
Después de cerrar la puerta, William solo pudo aceptar que el comandante Pixis era alguien demasiado sociable. William estaba cansado mentalmente, pero en realidad se sorprendió porque no le importaría tomar las palabras de Pixis y salir a beber y divertirse algún día.
Solo entonces William entendió verdaderamente el talento de ese hombre. Él no tenía enemigos porque cualquier persona se volvería su aliado.
"Que habilidad más increíble, es como el poder de la trama de un protagonista shonen." pensó William con una sorpresa genuina.