Rodeado de los vientos aullantes que anunciaban una tormenta, y de una multitud que aclamaba un buen combate, Arthur estaba enfrascado en una batalla contra su oponente, Lanert, un gigantón que parecía tener 30 años, con un hilo de sangre deslizándose por la comisura de la boca. El sonido de las pisadas sobre la plataforma resonaba con fuerza, mientras los gritos del público llenaban el aire como una oleada creciente.
Arthur corría, esquivando como podía los ataques incesantes. Ya había recibido varios golpes en el cuerpo, y cada paso le recordaba el dolor, pero esperaba pacientemente su momento para contraatacar.
Lanert lanzó otro ataque, pero Arthur lo esquivó activando su hechizo. Ya llevaba unos 30 segundos con el hechizo activo, y su maná comenzaba a drenarse rápidamente desde su núcleo. El dolor punzante en su cuerpo le recordaba que el tiempo jugaba en su contra.
Lanert, cansado de jugar, rugió y desató una habilidad: Espada de Cometa . Un resplandor iluminó su espada, y lanzó un ataque al suelo. Al instante, bajo los pies de Arthur, estacas de piedra emergieron disparadas hacia su cuerpo, casi empalándolo. Logró esquivar dos, pero una tercera le perforó el hombro y otra le rozó una pierna.
Arthur comprendió que no podía esperar más. El siguiente ataque debía ser su momento para contraatacar.
Lanert, al ver el estado demacrado de Arthur, se lanzó como un tigre sobre su presa, descargando un ataque descendente en vertical.
Arthur aguardó, y cuando el ataque estaba a punto de caer sobre su cabeza, utilizó Paso Sombrío , apareciendo detrás de Lanert. En ese instante, preparó una patada envuelta en rayos, canalizando todo su maná. Se escucharon los huesos crujir y la sangre salpicar mientras su piel se desgarraba. La patada conectó de lleno con la cabeza de Lanert, enviándolo a volar varios metros.
Lanert cayó al suelo con un golpe sordo y no volvió a levantarse.
Arthur, apenas en pie y con la pierna destrozada, salió de la plataforma. El juez se apresuró a revisar al inconsciente Lanert y confirmó su victoria.
Aunque para Arthur fue un combate al límite, para los espectadores no fue gran cosa. Después de todo, había monstruos en la prueba, y otros competidores confiaron en sus armaduras y armas poderosas.
Arthur se dirigió a una esquina del campo y se sentó para recuperarse. Se aseguró de tener pociones de sobra mientras los combates continuaban.
Había alrededor de cien participantes. El primer combate era aleatorio, aunque se organizaba por edades; no podían enfrentar a un joven de quince años con alguien de dieciocho. Al final de la primera ronda, solo quedarían cincuenta.
En la segunda se volvería a hacer un sorteo, y se eliminarían 25. Así solo quedarían los 25 mejores.
En esos 25, el formato cambiaría: se formarían cinco grupos, y el primero y segundo de cada grupo avanzarían a los 10 mejores, cuyos combates se celebrarían mañana.
Con un setenta por ciento de su energía recuperada, Arthur centró su atención en la plataforma. Una joven hermosa de cabello azul, empuñando algo similar a un bastón, lanzaba hechizos incesantemente sobre un apuesto joven que blandía una espada ligera. Por la ropa y las armas relucientes, Arthur comprendió de inmediato que se trataba de jóvenes de familias adineradas. Aunque la mayoría pagaba para que sus hijos ingresaran en la academia, había familias con demasiados vástagos para costear la matrícula de todos. Por eso, entrenaban a algunos para que superaran la prueba a los diecisiete o dieciocho años.
La joven lanzó un hechizo que parecía un dragón de hielo hacia el apusto joven. Este, por su parte, esquivó con dificultad y trató de acercarse. Lanzó un rugido, su espada brilló con una luz plateada y vibró extrañamente, provocando un zumbido que resonó por la plataforma. Cuando su espada estaba por caer sobre la hechicera, esta desapareció del lugar y reapareció unos metros atrás, con una bola de fuego en la mano. El joven intentó esquivar, pero unas enredaderas se enrolaron en sus pies, impidiéndole moverse. La bola de fuego impactó de lleno en su pecho, dejando una quemadura.
Aún así, no cayó. Intentó recomponerse, pero un carámbano del tamaño de una sandía lo golpeó en el pecho, abriéndole una herida horrible que dejaba ver el hueso y la sangre corriendo por su torso. Cayó al suelo inconsciente. La joven, aunque pálida y con la respiración agitada, se llevó la victoria.
Arthur, que observaba desde un lado, comprendió el valor de los hechizos y la importancia de entender el combate y las habilidades del oponente.
Esto me recuerda más la importancia de entrar a la academia. Soy un completo novato cuando se trata de luchar contra personas , pensó.
Mientras estaba absorto en sus pensamientos, comenzó el siguiente combate. Al alzar la vista para mirar, quedó sorprendido.
El combate dura solo unos segundos. Un joven alto y de aspecto frío miraba desdeñosamente al otro participante, que yacía en el suelo con un gran corte en el pecho, del que brotaba sangre como un río. El joven alto lo pateó, haciendo rodar por la plataforma.
El árbitro, un profesor, se acercó y dijo:—Aún respira. —Sacó una poción y la nosotros sin dudarlo.
El joven alto solo se fue diciendo con desdén: —Deberían prohibir que basura como esta entre a dar la prueba. —Lanzó una mirada fría al joven herido y salió de la plataforma.
Arthur no comprendió qué había ocurrido. Solo percibió un destello fugaz, y el muchacho ya estaba tendido en el suelo.
Maldición, realmente estoy jodido esta vez —pensó para sí mismo.
Desde el tejado, el Lich lo miraba divertido y murmuró:—Ho, parece que hay algunos jóvenes prometedores entre esta basura.
En ese momento, la voz profunda de un hombre resonó en el campo:—Ya hemos concluido la primera fase de este torneo. A continuación, pasaremos a la siguiente fase, donde solo pasarán los mejores 25.
—Bien, que comiencen los siguientes combates.
Fin del capítulo