—¡Corran, rápido! —les ordenó Max—. Muévanse… ¡quiero que den las 2000 vueltas en menos de 4 horas!
—Otra vez perdió la cabeza… —le susurró Gouten a Oliver mientras seguían corriendo alrededor del dojo.
—Ya es la cuarta vez que aumenta el número de vueltas… —comentó Oliver, esforzándose por mantener el ritmo de su primo.
—Bueno… por lo menos nos adaptamos al entrenamiento…
—¿Adaptarnos? ¡El tiempo nunca alcanza para dar la cantidad de vueltas que propone Max! —replicó Oliver, con un tono cansado—. ¡Seis horas dejaron de ser suficientes para apenas 740 vueltas!
—¿Cuándo te volviste bueno contando? —preguntó Gouten con una media sonrisa.
—No tengo idea… —respondió Oliver, sin dejar de correr.
—Sigan hablando y los haré correr 3000 vueltas… a punta de golpes —gruñó Max con el ceño fruncido.
—Qué gruñón… —murmuró Oliver, intentando acelerar el paso. Sin embargo, Max respondió con una patada veloz en su espalda.
Oliver se estrelló contra el suelo y rodó un par de veces antes de chocar de frente con un árbol. Por unos segundos todo quedó en silencio, hasta que el grito de dolor del niño quebró el aire.
—Hablas mucho, Oliver… y ni siquiera puedes terminar un mísero entrenamiento —le espetó Max, acercándose lentamente a su hermano.
Gouten se quedó inmóvil, con las piernas temblorosas, viendo cómo su primo se retorcía de dolor.
—¿Qué demonios te pasa, Max? —gimió Oliver con una mano en la espalda, intentando ponerse de pie. Tenía la ropa sucia y el labio tembloroso.
Sin previo aviso, Max lo sujetó de la nuca y estampó su cara contra el suelo.
—¿Vas a seguir hablando así, Oliver? —preguntó con voz fría.
—¿Qué está pasando aquí…? —se preguntó Gouten, helado por el miedo—. ¿Por qué Max se comporta de esta forma?… está siendo demasiado estricto… solo va a lastimar a Oliver…
—Max… —balbuceó Gouten con voz temblorosa.
—¡Silencio, Gouten! —ordenó Max con la mirada fija en Oliver. Lo alzó del suelo, sujetándolo del cabello, mientras Oliver se aferraba a su brazo para intentar aliviar el dolor del tirón.
—S-suéltame… —gimió Oliver con lágrimas en los ojos, incapaz de soportar el dolor.
—Gánatelo —espetó Max con una mirada salvaje—. Vamos, debilucho… hazte respetar…
—¿"Debilucho"?… —repitió Oliver entre sollozos y jadeos.
—¡Max! —gritó Gouten, sacudiéndose finalmente el miedo—. ¡No sé qué está pasando, pero suelta a Oliver ahora mismo!
Max bufó y arrojó a su hermano cerca de Gouten, quien no dudó en ayudarlo a levantarse.
—¿Quién les dio permiso para levantar la voz? —gruñó Max con frialdad.
—¡Nadie te levantó la voz! —lo enfrentó Oliver, poniéndose de pie con esfuerzo.
—¿¡Qué rayos te pasa, Max!? —le gritó Gouten, temblando de ira—. ¿¡Te has vuelto loco!?
—¡Cállate o sigues tú! —le advirtió Max con los ojos entrecerrados.
—¡Atrévete! ¡Te daré una paliza! —le respondió Gouten, cerrando los puños y adoptando una postura de pelea. El gesto sorprendió tanto a Max como a Oliver.
Max suavizó un poco la mirada, evaluándolo en silencio. "Gouten ya empezó a tomar iniciativa… es un avance", pensó. "Su postura es ineficiente, pero aun así está queriendo plantarme cara…"
Miró a Oliver, pero su expresión cambió, mostrando una ligera decepción. "Mi propio hermano sigue siendo un debilucho… ni siquiera intentó devolverme el golpe…", continuó pensando para sí mismo. "Aunque… Oliver siempre ha sido muy amable. Tal vez no me enfrentó porque soy su hermano…"
—Me das vergüenza, Oliver… —le dijo Max con un tono seco—. Gouten tuvo que defenderte. Qué decepción…
Oliver solo se quedó callado ante las palabras de Max, bajando suavemente su mirada, triste y resignada. Esto solo provocó que Max apretara los dientes con frustración.
—Ya pasaron tres semanas desde que los estoy entrenando… yo ya les enseñé cómo se dan los golpes y cómo se arrojan las patadas —dijo Max con voz fría—. Peleen entre ustedes…
—¿Otra vez cambiaste de actitud? ¿Qué está pasando? —le reclamó Gouten, con el ceño fruncido y la respiración agitada.
—¡Cállate y obedece! —suelta Max con un tono cortante—. Al perdedor, le doy una paliza…
—Qué estupidez… —responde Gouten con negación en su mirada.
—Si no pelean… les daré una paliza a ambos —insiste Max con voz fría.
—Esto es absurdo… —comenta Oliver, bajando la mirada con frustración—. ¿Cómo quieres que peleemos si sabemos que el que pierda recibirá una paliza?
—Si así será… ven aquí —dice Gouten con voz temblorosa, apretando los puños.
"Empecé mal… quería ver resultados y usé el orden incorrecto de mis acciones", reflexionó Max, entrecerrando los ojos. "No debí intentar intimidarlos desde el principio… en fin…"
—Está bien… descansen por hoy… —dijo Max, cerrando los ojos mientras se frotaba la nuca con la mano—. Pero esto no se queda así… mañana pelearán y los pondré a prueba…
Oliver y Gouten lo miraron en silencio. Uno tragó saliva, mientras el otro estaba a punto de abrir la boca.
—No voy a golpear a nadie… —interrumpió Max con voz molesta—. Los perdono por mi orden incorrecto de métodos…
Ambos muchachos lo vieron alejarse sin más, con un nudo en la garganta. Cuando se perdió de vista, por fin pudieron suavizar sus posturas y respirar hondo.
—¡¿Qué rayos fue lo que le pasó?! —exclamó Gouten, con la voz temblorosa—. ¡Nos trató como si fuéramos sus soldados!
—¿Y si así nos ve? —murmuró Oliver con inquietud, su mano temblorosa.
—¿A qué te refieres? —preguntó Gouten, sorprendido.
—Dijo que nos entrenaría para hacernos tan fuertes como él… y que así podríamos ayudarlo en una misión personal… —respondió Oliver con voz baja, sintiendo los nervios recorrerlo—. Esto se está tornando cada vez peor… ¿Qué nos espera mañana?
—No te quemes la cabeza… —replicó Gouten, intentando sonar tranquilo, aunque su voz delataba la misma intriga que la de Oliver—. El señor Baldur siempre dice que pensar demasiado las cosas es malo… Así que mejor busquemos otra cosa que hacer.
—Sí… —suspiró Oliver, intentando recuperar la calma.
Max entró a la casa principal y fue directo a la cocina. Abrió la heladera y sacó una botella de agua, bebiendo un largo sorbo. En ese momento, escuchó una voz firme a sus espaldas.
—Lo vi todo, Max —dijo Baldur con tono grave—. ¿Estás contento con lo que lograste?
Max giró la cabeza y lo vio sentado a la mesa, con una taza de té humeante en las manos y una tetera a su lado. La mirada de Baldur reflejaba un rechazo profundo y un dejo de repudio hacia el joven.
—Usted no entiende lo que está pasando, señor Baldur —replicó Max con voz baja, pero cargada de convicción—. No entiende la mentalidad de un Senkayn… nosotros nacemos débiles o fuertes. Si nacemos débiles y somos humillados, debemos volvernos fuertes para poder callarles la boca a nuestros maestros… aunque sea revolcándonos en el fango.
—Yo te he dicho bien, Max… "el entorno afecta al desempeño". —Baldur sostuvo la mirada con firmeza.
—Esa es la frase más sin sentido que he escuchado en mi vida… —replicó Max con seriedad, sin apartar la vista—. "El desempeño lo afecta el individuo", no el entorno.
—¡Estás haciendo mal uso de tus palabras! —le grita Baldur—. ¡Solo provocas miedo en tu primo y en tu hermano, además de adentrarte poco a poco en un mundo del que no podrás salir!
—¡Los estoy haciendo más fuertes! —responde Max, extendiendo el brazo hacia un lado—. ¿¡Te niegas a reconocerlo?! ¡Ok, sigue así...
—Última advertencia, Max —le responde Baldur con frialdad—, o tomaré cartas en el asunto…
—Como sea… —contesta Max, sin tomarse en serio al viejo, y abandona la cocina, dejando a Baldur con una profunda frustración y un amargo sabor en la boca.