Baldur caminaba por los largos pasillos del hospital, revisando una hoja que le indicaba la habitación D-13. Pasó junto a médicos y enfermeras, hasta que finalmente llegó a la habitación deseada. Allí, encontró en cama a Tao y a su discípulo, Neo.
Se detuvo en la puerta y los miró a ambos. Tao, con el cuello inmóvil por el collarín cervical, giró los ojos para ver al viejo amigo.
―Baldur… cuánto tiempo… ―comentó Tao con voz apagada―. Es un mal momento para pasar a tomar un té…
―Vine en cuanto me enteré del ataque a tu dojo ―le respondió Baldur, con preocupación en la mirada―. ¿Cómo te encuentras?...
―Los mató a todos, Baldur… ―le respondió Tao, al borde de las lágrimas―. Mató a todos mis muchachos… a los niños que vi crecer… los mató como si fueran nada…
―Maestro… ―llamó con debilidad Neo. Tenía toda la cara cubierta por vendas; solo sus labios y la nariz quedaban al descubierto―. ¿Quién llegó?... ¿es papá?...
―No, Neo… tu padre vendrá en una hora. Fue a comprarte unas bananas ―le respondió Tao, desviando la mirada a su alumno. Su voz sonaba tensa, casi rota―. Neo y yo sobrevivimos solo porque dominamos el ki, Baldur… No creí que fuera el momento de enseñarle a mis muchachos, y ahora míralos… por favor, no cometas el mismo error.
Baldur asintió con el ceño fruncido, cruzando los brazos y respirando hondo.
―Ese demente está atacando colegios de artes marciales… ―comentó con preocupación―. Ya acabó con la vida de 32 personas.
Tao bajó la mirada, sus ojos enrojecidos.
―El desgraciado posee una fuerza sobrehumana… Lo golpeé tres veces, Baldur, y noté cómo se hacía más fuerte con cada impacto.
Baldur suspiró, con una mezcla de frustración y rabia en el rostro.
―Kawaki lo enfrentó, pero se le escapó…
Tao levantó la cabeza, apenas esbozando una mueca de resignación.
—¿Quién no escaparía de Kawaki? Ese sujeto siempre lleva un machete a todos lados… —argumentó Tao—. Y no me cambies de tema, viejo mañoso… ¡enséñales a tus discípulos el uso del ki! ¡AY! —gritó, solo para quejarse luego del dolor en el cuello.
—Yo no soy maestro… —confesó Baldur—. No doy clases ni entrenamiento a nadie…
—¿Y qué hay de esos muchachos en tu casa?
—No son mis estudiantes… solo los cuido.
—Pero… eres el pilar del agua. Nuestro maestro te eligió… por algo te heredó todo… ¿Por qué? —preguntó Tao.
—Ya sabes lo que me pasó…
—No puedes romper con un legado sagrado solo por un inconveniente familiar —le aclaró Tao, pero enseguida se retractó—. No quiero minimizar lo que te sucedió, Baldur… Es una pena lo de tu hijo… pero piensa ahora en esos muchachos… Si nadie detiene a este genocida, llegará a los cuatro colegios… y el más vulnerable actualmente es el Colegio Agua.
―tienes razón, tao… debo retomar mi responsabilidad…―menciona Baldur. ―háblame del atacante… ¿dijiste que se hacía más fuerte con cada golpe que le diste? ―
―si… ―le afirma―es grande, mide más de 2 metros, piel morena y es un saco de puso musculo… y si aun no lo reconoces, es pelón …
―muchas gracias… ―le agradece Baldur, inclinándose hacia abajo― ¿necesitas algo?...
―Paz, Baldur… ―le réponde Tao ―. Solo la obtendré si detienen al desgraciado…
―Tómalo por hecho, amigo mío…
…
—¡Vamos… muevan esos brazos! —ordenó Max—. Golpéense más fuerte…
Oliver y Gouten estaban teniendo su primera pelea de prueba. Corrían por el césped, buscando conectarse un golpe el uno al otro.
Oliver lanzó un gancho, pero Gouten lo evadió agachándose. Con un rápido salto hacia adelante, le golpeó con la cabeza en el estómago, provocando que su primo se retorciera de dolor.
—Ay… —se quejó Oliver, sujetándose el estómago.
Sin embargo, recibió un azote en la nuca por parte de Max.
—¡Deja de quejarte y devuelve el golpe! —ordenó Max, empujándolo con el pie hacia Gouten, quien lo recibió con un derechazo directo a la cara.
Gouten lanzó otros dos golpes, pero Oliver los esquivó inclinándose hacia atrás y luego agachándose, solo para replicar el mismo salto que antes había hecho su primo, conectando el cabezazo en el estómago de Gouten.
—¡Ay! —se quejó Gouten, agarrándose la panza y cayendo de rodillas.
—¡Oliver, eres un maldito copión! —reclamó Gouten mientras volvía a ponerse de pie.
—Oliver ha mostrado un talento nato para copiar movimientos ajenos… —pensó Max, agarrándose el mentón mientras analizaba—. Hasta ahora solo ha copiado movimientos de Gouten y alguna que otra patada mía… pero no muestra progreso propio. Podría ser un problema a futuro…
—Golpe al árbol… —susurró Oliver, replicando el golpe que Gouten había hecho contra el árbol en la prueba, y conectándolo en el pecho de su primo.
Gouten cayó de espaldas, pero instintivamente giró sobre sí mismo, recuperando la postura y lanzando un gancho directo al rostro de Oliver, derribándolo.
—Oliver… —lo llamó Max, viendo cómo se levantaba del suelo y le dirigía la mirada. Levantó la mano, listo para darle una bofetada.
—No lo hagas… —dijo una voz detrás de Max. Gouten alzó la mirada y vio a Baldur levitando en el aire.
—¿Qué rayos…? —se preguntó Max, confundido, mirando desde abajo al viejo.
—Señor Baldur… —balbuceó Gouten con asombro—. ¡¿Desde cuándo puede volar?! ¡Eso es genial!
—¿Desde cuándo…? —preguntó extrañado Max, viendo a Baldur aterrizar con suavidad en el suelo.
—Desde pequeño… —respondió Baldur con calma—. Max, yo no soy un viejo ordinario.
—Qué novedad… —respondió Max con tono serio.
—¿Qué planeabas hacer, Max? —le preguntó Baldur, con un tono sugerente.
—Eso no le incumbe…
—Claro que me incumbe… y mucho —aseguró el viejo—. No me digas que ibas a levantarle la mano a tu hermano sin un motivo sólido.
—Le dije que no se meta… —respondió Max, con frialdad—. Usted no es mi padre como para darme órdenes…
—¿Tu padre defendería que golpees a tu hermano? —retrucó Baldur, mirándolo con severidad.
—¿Qué acabo de decir? —preguntó Max, muy molesto.
—Es muy amable de tu parte querer entrenar a tu hermano y a tu primo, pero tus métodos son incorrectos. Me temo decirte esto, Max, pero no sirves como maestro… o al menos, no para estos niños —respondió Baldur con serenidad.
—Claro… —dijo Max con la vena de la frente hinchada—. Habla la experiencia, ¿verdad? Usted no entiende el método de entrenamiento de un Senkayn… usted solo quiere mantenerlos débiles… ¿verdad? ¿Acaso tiene miedo?
—Nunca escuché tal barbaridad… —negó Baldur con calma—. Entiendo completamente los métodos de un Senkayn, ya que también existen aquí, en la Tierra. Minimizar a una persona para darle el deseo de superarse no es algo nuevo, Max…
—Te lo repetiré de nuevo, Max: el entorno afecta al desarrollo. Un joven que creció en un ambiente cálido y seguro, alejado de lo que es una batalla, no tendrá la misma mentalidad que tú, Max… donde los niños eran tratados como soldados, nada más.
—El desarrollo lo forja el individuo… Da igual dónde esté un guerrero, el entorno no lo ablandará ni lo fortalecerá… —le respondió Max con determinación—. El individuo se forma a sí mismo con su propia ideología y motivación… El entorno da igual si el guerrero tiene el potencial.
—¿Y de dónde crees que vienen esas motivaciones e ideologías, Max? —preguntó Baldur, dejando a Max sin palabras.
—Tú naciste y creciste en un planeta listo para la guerra, de ahí tu ideología guerrera. Pero… ¿y Oliver y Gouten? —continuó Baldur con calma—. Ellos crecieron aquí, en paz… Solo lograrás crear traumas e inseguridades en uno o en ambos…
—No diga estupideces… No soy tan malo con ellos…
—¿Tu ceguera habla? —le preguntó Baldur con voz grave.
—Por favor… —habló Oliver con timidez— Dejen de pelear…
—¡No te metas! —le gritó Max, sintiendo cómo le hervía la sangre. Luego volvió a mirar a Baldur—. ¿¡Usted se cree sabio solo por tener más de sesenta años, ¿eh?!
—¿Te estás quedando sin argumentos, Max? —le preguntó Baldur con serenidad—. No importa, yo puedo seguir… Agredes a tu hermano por hacer mal los ejercicios o por buscar resultados imitando a Gouten, a quien he notado que has estado alabando durante estas tres semanas en las que jugaste a ser el maestro exigente…
—¡Ese es el problema de Oliver! ¡Es un debilucho! ¡No tendrá ni de cerca la fuerza que tiene Gouten! —le respondió Max furioso, extendiendo un brazo hacia el costado.
Ante ese grito, Oliver se estremeció. "¿Soy un debilucho?". Gouten notó su reacción y no pudo evitar sentirse molesto, pero guardó silencio.
—¿Ves a lo que me refiero? —le preguntó Baldur—. Solo tiras basura a tu hermano y alabas a tu primo… pero no es solo eso… los ves como tus propios soldados, ¿verdad? Háblales de tu misión personal, Max.
—No tengo por qué hablar de eso con nadie… —respondió Max con tono seco.
—¿Sabes que eso solo traerá tu propia ruina? —le dijo Baldur, frunciendo el ceño—. No solo la tuya, sino también la de quienes arrastres contigo…
—¡Me harté… estoy harto de usted…! —murmuró Max, lleno de rabia—. Pelea. Definamos esto con una batalla… si tan capaz se siente de darme órdenes… ¡acéptelo!
—¿Debías llegar hasta este punto? —murmuró Baldur con un suspiro—. Está bien, Max… te daré el gusto.
—Así me gusta… si yo gano, no se meterá en mis asuntos, y no interferirá con mis lecciones… —impuso Max, adoptando una postura de combate.
—¿Eh? ¡¿Van a pelear?! —preguntó sorprendido Gouten, mirándose con Oliver, compartiendo el asombro.
—¿Poner condiciones? Me parece bien… —asintió Baldur, alzando la mano y tomando una postura recta pero relajada, con una sola mano apuntando a Max—. Si yo gano, ajustarás tus métodos de entrenamiento… y olvidarás involucrar a Oliver y Gouten en tu tan aclamada venganza… a menos que ellos mismos decidan ayudarte. Ahí, ya no me meteré…
—Te enseñaré a no ser un viejo entrometido… —gruñó Max con determinación—. Juro que ganaré…
Baldur solo lo observó en silencio, sus ojos reflejando una mezcla de serenidad y resolución. Gouten y Oliver intercambiaron miradas nerviosas, sabiendo que lo que estaba a punto de ocurrir no era solo un duelo de fuerza, sino de ideales.