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Chapter 20 - LAS LLAMAS AL NORTE

Academia Yureisyn – Tres meses después del Torneo

El mundo ya no era el mismo desde aquella explosión de maná maldito en medio del torneo. Los días eran más grises, los sueños más inquietos. Desde el cielo hasta la tierra, todo parecía contener el aliento.

Los rumores de un sello roto, de demonios antiguos y maldiciones olvidadas, eran ya algo más que susurros. Lo sabían las academias, los gobiernos, y lo sabía también la familia Hoshino… aunque no lo dijeran en voz alta.

Tras largas semanas de deliberación entre altos mandos mágicos, se tomó la decisión de enviar un escuadrón especial al norte del continente, donde una aldea entera había desaparecido entre llamas negras y símbolos arcanos corrompidos.

En consecuencia, se conformó un grupo especial de reconocimiento y combate. Un escuadrón mixto, jóvenes promesas cuidadosamente seleccionadas.

Los convocados fueron:

Edu Hoshino, clase superior, habilidades estratégicas, magia ofensiva e instinto sobresaliente.

Kenji Hoshino, prodigio en magia de contención y espada.

Daiki Suganami, experto en manipulación gravitatoria e invocaciones.

Mina Kurosawa, analista mágica, runas defensivas y rastreo arcano.

Tetsuo Kaidou, especialista en combate físico con lanza y refuerzos mágicos.

Hinata no fue seleccionada.

—¡No es justo! ¡Yo también quiero ir! —Hinata inflaba las mejillas, cruzada de brazos, frente al portal que vibraba con energía inestable.

Sakura, su madre, le colocó una capa sobre los hombros y la abrazó con ternura, mientras Ibuki la miraba con seriedad serena.

—Aún eres muy joven, Hina —dijo su padre—. Tu momento llegará… pero este viaje no es una misión escolar. Es algo más oscuro.

A pesar de sus quejas, Sakura e Ibuki le dejaron claro que aún era demasiado joven. Permanecería en la academia bajo su cuidado. Su madre la consoló, y su padre le prometió entrenarla personalmente mientras sus hermanos estaban en misión.

Hinata resopló, frustrada. Apretó los puños, mirando a sus hermanos y amigos listos para partir. Edu se acercó, arrodillándose para mirarla a los ojos. Ella lo notó más maduro, como si algo dentro de él hubiese cambiado desde el torneo.

—¿Aún no ha aparecido Zuzu? —preguntó Hinata con voz baja, casi como si tuviera miedo de la respuesta.

Edu bajó la mirada. Tardó en responder.

—No. Vuelve de vez en cuando, pero… algo la está afectando. Se va por días, regresa exhausta. Ya no me molesta. Ni siquiera me muerde los tobillos…

Hinata lo miró preocupada.

—Entonces prométeme dos cosas.

—¿Dos?

—Primero… que traerás a Zuzu sana y feliz, y segundo… —Hizo una pausa, y sus ojos se humedecieron—. Que tú y los demás volverán. Todos. No olviden lo que prometieron en la Caverna de los Juramentos.

Las palabras retumbaron en todos. El aire pareció detenerse. Edu, Kenji, Mina, Daiki y Tetsuo intercambiaron miradas cargadas de memoria y emoción.

—"Pase lo que pase, volveremos vivos. No importa cuán oscuro se vuelva el camino."

Fue Mina quien rompió el silencio.

—¿Recuerdas, Edu? Tú fuiste quien dijo que si uno fallaba en regresar, los demás lo arrastrarían de vuelta del infierno si hacía falta.

Tetsuo asintió.

—Y tú dijiste, Hinata, que nos pegarías si llegábamos heridos.

—¡Eso todavía es válido! —Hinata infló el pecho, visiblemente afectada, pero decidida.

Kenji le acarició la cabeza con suavidad.

—Vamos a regresar… y cuando lo hagamos, quiero pastel.

—¡Hecho! De fresa… ¡y enorme! —respondió ella, sonriendo a través de las lágrimas.

Daiki se inclinó teatralmente.

—Que la futura princesa de la magia no llore, que regresaremos como los héroes más guapos del norte.

Todos rieron.

Antes de partir, Hinata abrazó a sus hermanos. A Edu lo sostuvo más fuerte de lo normal.

—Promete que volverás… —dijo ella, enterrando el rostro en su pecho—. No me gusta cuando te vas.

—Siempre volveré, Hina. Esa es una promesa de hermano mayor.

En ese momento, la campana del portal sonó. Era hora.

Edu se puso de pie, respiró profundo, y se giró hacia sus compañeros.

—Chicos, recuerden esto también: no es solo una misión. Desde el aura maldita, el mundo está temblando. Esta es nuestra primera prueba real… la primera de muchas. Y pase lo que pase allá afuera…

—…Nos tenemos el uno al otro —completó Mina con suavidad.

Y sin más palabras, entraron en el portal.

Región Norte – La Aldea Arrasada

El frío era cruel. El silencio… inhumano.

El grupo avanzaba entre la nieve profunda, cruzando los restos calcinados de lo que alguna vez fue un pequeño pueblo pesquero. Los árboles estaban secos, quebrados como huesos. La magia en el aire era densa, corrupta. Lo suficiente para hacer doler la cabeza.

—Esto no fue una simple incursión de monstruos —murmuró Mina, escaneando los alrededores con un espejo rúnico.

—No solo fue destrucción… Hay rastros de sacrificio. Magia negra… y símbolos antiguos de invocación demoníaca. Las marcas de combustión son demasiado precisas…

—¿Entonces fue una masacre ritual? —preguntó Tetsuo, mientras giraba su lanza entre los dedos.

—Sí. Y reciente —añadió Daiki, que había invocado un cuervo de obsidiana para explorar—. No más de una semana.

Kenji desenvainó su espada. Sus sentidos se afinaron.

—No estamos solos.

—Se acercan…

Kenji activó sus runas de percepción y tragó saliva.

Y entonces lo vieron.

Kenji activó sus runas de percepción y tragó saliva.

Aparición de Khavhaz, el Portador del Fulgor Maldito

Del centro del pueblo surgió una grieta candente. De ella emergió una figura descomunal, envuelta en fuego corrupto: Khavhaz, el Portador del Fulgor Maldito. Su cuerpo era como carbón ardiendo, sus palabras resonaban desde la tierra misma.

—"El festín de las almas comienza. El Ojo ha parpadeado… y yo he despertado."

Edu dio un paso al frente, con la nieve derritiéndose a su alrededor.

—¿El Ojo…?

El demonio no respondió.

Y entonces, el combate estalló.

Combate contra Khavhaz

Las llamas malditas de Khavhaz consumían todo a su paso. Los árboles ardían sin dejar humo, la tierra se partía en líneas de fuego rojo.

Tetsuo cargó con su lanza, mientras Daiki lanzaba invocaciones protectoras. Mina colocaba runas de contención a su alrededor, y Kenji buscaba puntos ciegos con rapidez felina.

Edu, sin embargo, sintió algo más: el rugido de un poder más profundo, un llamado oscuro que resonaba como un eco desde su pecho.

El combate fue feroz. Las llamas del norte envolvieron el campo, pero el grupo resistió. Edu cerró los ojos, su espada brilló con luz blanca por un instante —extrañamente pura— y atrapó a Khavhaz en una prisión arcana.

—¡Ahora, Tetsuo!

Un golpe certero. Un grito demoníaco.

Y luego… silencio.

Epílogo del capítulo

Entre los restos del combate, Zuzu apareció entre la nieve. Exhausta, cubierta de escarcha y barro, apenas pudo llegar hasta los pies de Edu antes de desplomarse.

—¡Zuzu! —gritó Kenji, corriendo hacia ella.

La gata no respondió. Su cuerpo temblaba ligeramente, como si hubiera estado luchando sola contra sombras aún más oscuras.

Mina acarició su lomo con cuidado.

—¿Qué viste, pequeña? ¿Qué estás enfrentando sola?

Edu la tomó en brazos, en silencio.

Miró al horizonte… y supo que las verdaderas llamas no eran las de Khavhaz.

Las llamas del norte habían sido solo una advertencia.

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