La luz matutina atravesaba los vitrales encantados de la Academia Yureisyn, proyectando colores danzantes sobre los pasillos serpenteantes. Los estudiantes se dirigían a sus primeras clases, algunos volando sobre escobas, otros montados en bestias etéreas o simplemente caminando mientras sus libros flotaban a su alrededor.
Edu, Kenji y Hinata, aún asombrados por la inmensidad del campus, caminaban juntos con sus uniformes impecables y las insignias brillantes de sus respectivas casas.
—¿Y si me equivoco y lanzo una bola de fuego en vez de una luz guía? —preguntó Hinata, inquieta.
—Entonces al menos apunta al que se burló de tu estatura en la fila —dijo Edu, dándole una sonrisa burlona.
—No es gracioso, Oni-chan… —gruñó ella, cruzándose de brazos.
Kenji ajustó sus guantes mágicos y miró su tabla horaria flotante.
—Vamos, la primera clase es en el Coliseo del Estudio Práctico. "Sinergia Mágica y Control Emocional". Suena... aterradoramente intenso.
El Coliseo era un espacio colosal al aire libre con graderíos flotantes, runas giratorias alrededor del campo y una plataforma central donde esperaba un hombre de túnica roja con cicatrices visibles: Profesor Gael Vundriss, maestro de combate mágico y uno de los instructores más temidos.
—La magia sin control es como un arma en manos de un niño —declaró con voz grave—. Hoy aprenderán a canalizar sus emociones sin perder la cabeza. Literalmente. Tenemos pociones de emergencia... pero solo una por alumno. ¡Manos al trabajo!
La clase se dividió en duplas. Hinata fue emparejada con una niña tímida que lloraba cada vez que intentaba conjurar, mientras Kenji fue desafiado por un prodigio de su misma casa que lo subestimó.
Edu, por su parte, fue emparejado con un joven de cabellos blancos y mirada cínica: Raian Crowell, de la casa Elaris como él.
—Espero que no seas tan arrogante como aparentas —le dijo Raian mientras giraba su bastón con aire experimentado.
—Espero que no seas tan malo como el nombre de tu peinado —respondió Edu con una sonrisa sarcástica.
El choque de hechizos entre ambos hizo que las runas del campo titilaran. Aunque no usaban magia ofensiva directa, la forma en que manipulaban el aire, la energía de contención y la presión espiritual generaba un espectáculo de luces y ruido. Raian parecía un experto… pero Edu, sin comprender del todo cómo, se adaptaba a cada movimiento con precisión instintiva.
—¿Te entrenaron soldados o dragones? —resopló Raian, jadeando.
—Mi sirvienta. Y a veces un gato —contestó Edu sin perder la compostura.
En la tarde, los hermanos se reencontraron en el Salón de Vínculos Familiares, una gigantesca estructura de cristal donde los estudiantes podían relajarse, enviar cartas o usar portales de comunicación.
Hinata llegó con su túnica manchada de lágrimas de su compañera, a quien había consolado todo el día.
—¿Sabes que le hablé de Zuzu y se rió por primera vez? —dijo con una sonrisa orgullosa.
—Zuzu sí es terapéutica… hasta que te roba la comida —contestó Kenji, mientras revisaba un pergamino con anotaciones complicadas.
Edu llegó último, con una expresión relajada, aunque su aura parecía… vibrar. Una energía invisible lo rodeaba.
—¿Todo bien, Oni-chan? —preguntó Hinata.
—Sí, solo… algo se movió en mí hoy —respondió mirando sus manos—. Sentí que podía leer el ritmo del otro chico como si su magia hablara conmigo. Como si su energía me revelara sus pensamientos.
Kenji lo miró intrigado.
—¿No será que tu don natural es la sincronización mágica?
—O que soy guapo y listo —dijo Edu, recuperando su actitud despreocupada—. Aunque… cuando Raian lanzó su hechizo final, por un segundo vi algo extraño… como si una sombra se despegara de él y me observara.
Hinata bajó la voz.
—¿Creen que todos los estudiantes aquí tienen cosas ocultas?
—Este lugar está lleno de secretos. Y de trampas —agregó Kenji—. Vi un cuadro que me guiñó el ojo. Después descubrí que es una entrada oculta a una cámara de práctica privada.
Edu asintió lentamente.
—Y nosotros… vamos a descubrirlos todos. Juntos.
Esa noche, mientras el cielo se transformaba en un océano estelar, los tres se reunieron en una plataforma flotante privada, donde observaban las constelaciones que danzaban sobre Yureisyn. Ninguno lo dijo, pero sabían que ese momento era importante. El inicio de una nueva etapa, lejos de casa, pero unidos más que nunca.
—Prométanme que, pase lo que pase, nunca dejaremos de confiar en el otro —dijo Hinata con voz suave.
Kenji levantó su anillo.
—Los nuestros siempre brillarán juntos.
Edu alzó la mirada, sonrió, y murmuró:
—Y si dejan de hacerlo… yo los haré brillar otra vez.
Sus tres anillos titilaron al unísono, como respondiendo a una promesa silenciosa.