Escena 1: El insomnio de Edu
Edu Hoshino no había dormido bien en toda la semana.
Desde que comenzaron las clases prácticas, una presencia se había hecho cada vez más intensa. Silenciosa. Constante. Sofocante. No era una amenaza física, pero su instinto no lo dejaba descansar.
Cada noche sentía lo mismo: alguien —o algo— lo observaba desde los rincones de su habitación.
Y esa noche no fue diferente.
Edu se despertó jadeando, bañado en sudor. El aire estaba frío. Demasiado frío. La ventana estaba cerrada. Miró a su alrededor, forzando la vista. Nada. Solo la oscuridad, los muebles en penumbra… y un leve sonido. Como una exhalación.
Un crujido.
Una sombra se deslizó bajo su cama.
—…Ya basta… —susurró Edu, tragando saliva.
—Estoy viendo cosas, ¿verdad?
Pero sabía que no era así. Su cuerpo lo sabía. Su instinto lo sabía.
Escena 2: Sospechas en el aula
Durante el almuerzo del día siguiente, Edu intentó disimular su rostro agotado. Sin éxito.
Daiki: —Tienes más ojeras que las bolsas mágicas de almacenamiento.
Mina: —¿Otra noche sin dormir? ¿Pesadillas?
Tetsuo (serio): —Quizás deberías hablar con el profesor de Defensa Espiritual.
Edu (murmurando): —No son sueños. Hay algo en mi cuarto. Lo siento todas las noches.
Los tres amigos se miraron entre sí. Aunque solían bromear, esta vez la expresión de Edu les pareció demasiado sincera. Y preocupante.
Hinata (desde la otra mesa, con su comida): —Podrías dejar una trampa mágica… O dormir con Kenji. Él no tiene miedo ni de la oscuridad.
Kenji (comiendo como si nada): —Si es un fantasma, lo golpeo.
Edu suspiró, cansado, frotándose las sienes.
—No quiero preocupar a los profesores aún. Primero, voy a enfrentar esto yo mismo.
Escena 3: La estrategia
Esa tarde, Edu fue a la biblioteca en busca de información sobre espíritus errantes, presencias mágicas y trampas de purificación. Encontró varios métodos rudimentarios para ahuyentar entidades espirituales, pero uno le llamó la atención: el Círculo de Llama Sorda, una técnica mágica de ignición silenciosa que podía sellar entidades flotantes no físicas.
Volvió a su cuarto con un pergamino antiguo y una tiza de hechicería.
Edu (pensando): —Si esto es un fantasma… se llevó la mala suerte de meterse con el hermano mayor de los Hoshino.
Pasó la tarde preparando la habitación. Dibujó sellos alrededor de la cama. Colocó talismanes elementales en los puntos cardinales. Activó el círculo con un leve destello rojo.
—Que venga. Esta noche, dejaré de huir.
Escena 4: Esperando al acechador
La noche cayó. Edu se acostó con el corazón en la garganta.
Las luces apagadas. La habitación en silencio total.
Pasaron los minutos… luego una hora.
Nada.
Hasta que un leve ronroneo comenzó a llenar la oscuridad, junto a un peso ligero que se posó sobre su pecho.
Edu se tensó.
Los sellos brillaron muy levemente. La presión aumentó.
Abrió los ojos.
Nada.
Pero estaba allí. Lo sentía. Respirando cerca. Caliente. Y aún así, invisible.
Edu (pensando): —Es ahora o nunca…
Levantó el brazo y activó el sello principal del círculo. Una chispa roja encendió la habitación en una ráfaga de luz mágica.
Pero no había nada.
El peso desapareció. El ronroneo se detuvo.
Y la habitación volvió a quedar en silencio.
Escena Final: Determinación
Edu se sentó en la cama, respirando hondo. Revisó los talismanes. Seguían activos. Los círculos, perfectos.
Pero el ente seguía burlando sus trampas.
Edu (apretando el puño): —No sé qué eres… pero te atraparé.
Miró por la ventana, hacia el cielo estrellado.
—No me importa si eres un espíritu, un demonio o un espía con habilidades ocultas. Esta es mi habitación. Y tú… vas a dejar de molestarme.